Por Cintia Rosales Ángeles.
No es posible hablar de Los Misterios de Eleusis sin hablar antes del mito que los rodea. El Himno homérico a Deméter es nuestra fuente principal. En éste, Perséfone es raptada por Hades mientras cortaba narcisos. Curiosamente, ésta es la primera, y quizás la única vez que éste dios aparece en un ámbito terrenal, pues según los lineamientos que rigen estas deidades, no podía traspasar sus dominios para aparecer en la tierra.
Deméter, al escuchar el grito de su hija, emprende una desesperada búsqueda que dura nueve largos días, pero ésta resulta infructuosa. Aconsejada por Hécate, acuden al gran dios del Carro de oro, para preguntarle. Enterada por Helios de lo acontecido (pues como ya sabemos, éste ve todo lo que acontece sobre la faz de la tierra), marcha hacia Eleusis, cargada de una gran pena.
En Eleusis se refugia en casa de Celeo, seguidor de Zeus. La esposa de éste, Metanira, tratando de ser hospitalaria, ya sea por miedo o por respeto, le ofrece a la diosa un lugar donde descansar del largo viaje, pero ésta rechaza el ostentoso asiento y decide reposar en una silla cubierta con un vellocino. Posteriormente, y tratando de seguir con esa tan dudosa amabilidad, le brindan a Deméter una copa de vino, lo cual, por supuesto, rechaza, argumentando que le era prohibido beber del Vino Rojo; en su lugar pidió que lo prepararan una mezcla de agua, menta, harina y cebada.
A pesar de lo anterior, Metanira encomienda a la diosa la crianza de su hijo recién nacido Demofoonte. Deméter, al sentirse vinculada con el niño, decide regalarle el don de la inmortalidad; para esto lo frotaba con ambrosía durante el día y en la noche lo ocultaba en el ardor del fuego, cual si fuera un tizón. Una de esas ocasiones, la madre del infante descubre lo que Deméter está haciendo con su hijo y reacciona con locura y furor arremetiendo contra la diosa. Deméter, segura de hacerle un bien al pequeño, y muy enfadada por la reacción irracional de la madre de éste, respondió a la agresión insultándola por tal agravio. Como pago a esta afrenta, le ordenó que construyera un templo en su honor, en el que, obviamente, se le rindiera culto.
La ofendida diosa decide encerrarse en el templo recién construido a las orillas de Eleusis, lejos de los dioses. Y durante un año entero no permitió que la tierra produjera ninguna semilla. El linaje de los hombres mortales hubiera desaparecido por completo, dejando a los augustos dioses privados de los sacrificios y las honras que les son debidas, si Zeus no hubiese enviado al dios psicopompo al Érebo para que sacara a Perséfone de las tinieblas y la devolviera a la vista de su madre.
Hades obedece a su hermano Zeus y deja que su esposa marche a la tierra junto a su madre, no sin antes darle de comer, casi sin que ella lo note, un grano de granada, sabiendo que esto no permitiría que se quedara para siempre lejos de él.
Cuando Perséfone regresa al lado de su madre, ésta la recibe con júbilo y le pregunta que si estando en el inframundo no probó ningún manjar, pues de ser así, estaría condenada a habitar en las tinieblas la tercera parte del año (en algunas versiones posteriores es la mitad del año); a lo que ella contesta que Aidoneo la hizo tragar contra su voluntad un grano de dulce granada.
Conforme la diosa madre con lo ordenado por Zeus, reestablece el orden en la tierra y permite que vuelva a crecer el grano, alimento para los mortales. Y a los reyes que imparten justicia les enseñó el ministerio de las ceremonias sagradas y sus misterios que no es lícito revelar.
Esto es, pues, lo que nos cuenta el Himno homérico a Deméter. Hay diversas perspectivas y versiones sobre éste mito, o mejor dicho, hay muchos estudios que pese a que se refieren al mismo tema, resultan contradictorios entre si. Partamos de lo que sí sabemos y en lo que los estudiosos del tema concuerdan acerca de los Misterios de Eleusis.
Un rito mistérico es accesible sólo a algunos y por voluntad propia, su carácter es secreto y es necesario atravesar un ritual o una serie de rituales que llamamos iniciación (myesis). Sabemos que en la Grecia clásica existían varios ritos mistéricos, aunque el más famoso (y el que nos compete en este caso) era el de Eleusis, una pequeña localidad situada a unos 30 Km. al noroeste de Atenas.
Los misterios de Eleusis se dividían en dos partes: los misterios mayores (epopteia) y los misterios menores (agrai). Los agrai eran celebrados en el mes de antesterion (equivalente a nuestro marzo), aunque la fecha no era siempre exacta y preparaba a los candidatos para la myesis. La epopteia era llevada a cabo del 14 al 23 del mes boedromion (el primer mes del año ático, equivalente a nuestro septiembre-octubre). En ésta última se celebraba el regreso de Perséfone al lado de su madre, Deméter.
Los iniciados imitaban las acciones de la diosa en Eleusis, tal y como son narradas en el Himno. El primer acto de los misterios mayores (14 de boedromion) era el traslado de los objetos sagrados desde Eleusis hasta el Eleusinion, un templo en la base de la Acrópolis de Atenas. El 15 de boedromion, los sacerdotes (hierofantes) declaraban el comienzo de los ritos.
Las ceremonias comenzaban en Atenas el 16 de boedromion con los celebrantes lavándose a sí mismos en el mar en Faleron y sacrificando un cerdo joven en el Eleusinion el 17 de boedromion.
La procesión comenzaba en Kerameikos (el cementerio ateniense) el 19 de boedromion y la gente caminaba hasta Eleusis, siguiendo el llamado «Camino Sagrado», balanceando ramas por el camino. A lo largo del puente que divide Atenas de Eleusis, una fila de mujeres (se cree que eran hetairas) gritaban obscenidades en honor de Yambe, la mujer que hizo reír a la diosa en casa de Celeo. Tras llegar a Eleusis, había un día de ayuno en conmemoración al que guardó Deméter mientras buscaba a Perséfone. El ayuno se rompía para tomar el kikeon, la bebida que la diosa instituyó en el Himno al rechazar la copa de vino. En los días 20 y 21 de boedromion, los iniciantes entraban en una gran sala llamada Telesterion, donde les eran mostradas las sagradas reliquias de Deméter. Esta era la parte más reservada de los misterios y aquellos que eran iniciados tenía prohibido hablar jamás de los sucesos que tenía lugar en él, bajo pena de muerte.
No sabemos cuándo iniciaron estos misterios, lo que sí sabemos es que en la época de composición del Himno homérico a Deméter (siglo VII a. C.) ya eran una institución muy respetada. La destrucción del santuario por los godos al mando de Alarico en 394 d. C., poco después de que el emperador romano Teodosio prohibiera su culto, fue lo que acabó con la práctica de los misterios. Pero hablamos de que transcurrieron más de 1000 años, durante los cuales, el prestigio de los rituales se mantuvo prácticamente intacto gracias a la pureza de su representación. Esto es lo que los hace tan atractivos y fascinantes para los estudiosos del tema y del mundo clásico en general.
Las teorías acerca de lo sucedido dentro del Telesterion son muy diversas, prácticamente no hay consenso en este punto. Unas teorías afirman que los hierofantes mostraban a los presentes visiones sagradas que representaban a la Core en majestad ayudados por el fuego que representaba la posibilidad de una vida mejor después de la muerte en presencia de la Diosa. Otras teorías consideran insuficiente esta explicación, pues no hay evidencias arqueológicas ni literarias que muestren que algo así ocurriera, y aseguran que las visiones sagradas eran más bien internas e inducidas por alguna especie de agente enteógeno contenido en el kikeon.
Un ingrediente del kikeon, era el poleo, y Kerényi creía que podía tener propiedades alucinógenas. Otros señalan la presencia de ciertos hongos en ciertas representaciones iconográficas y le atribuyen a éstos la provocación de efectos similares. Otros más, como Gordon Wasson, creen que se usaba cornezuelo, el micelio de un hongo (claviceps purpurea) que crece en las espigas y que contiene alcaloides. Más probabilidad tendría pensar en un opiáceo. La amapola, junto con las espigas, es un atributo de Deméter, y Ovidio (Fastos 4, 531ss) nos presenta a Deméter durmiendo a Triptólemo con zumo de amapola. El problema de los agentes enteógenos es que tienden a brindar experiencias personales, no colectivas.
El carácter soteriológico de este rito no sólo permite a los iniciados dormir tranquilos sabiendo que les espera una vida mejor después de la muerte, también permite que se vinculen, en vida, los hombres con la deidad, que se sientan partícipes de ella. No sólo se rompe con las reglas establecidas por Zeus que separan a los dioses de los hombres (pues si bien a los dioses se les permitía convivir con los mortales, nunca los mortales participaban de una deidad en toda su majestad y gloria, pues siempre se les presentan disfrazados), también traspasa las leyes establecidas entre los mismos dioses, pues no es por casualidad que Deméter no baje al reino de Hades a buscar a su hija raptada, es porque no puede y si Hades sale de su reino es sólo con el permiso de Zeus, quien abre un camino y después del rapto lo vuelve a cerrar.
Conocer a un dios de la manera en que la Core era presentada ante los iniciados en la epopteia era conocer su propio futuro, lo que les esperaba después de la muerte. Era para los asistentes como visitar el inframundo mismo, participar de él antes de la fecha establecida por las Keres. Era una especie de ensayo de la muerte, para saber cómo es y qué les espera después, es morir y renacer para volver a morir esta vez sin miedo. El iniciado tiene un destino distinto del que no lo está. Tanto en esta vida (porque el no iniciado se encuentra prisionero del temor a la muerte, por desconocer que puede haber un destino grato en el otro mundo), como en la otra, donde no accede al reducto feliz de los bienaventurados, sino queda sumido en la oscuridad y el fango.
Core, como indica su nombre, es una doncella. Mientras está con su madre, no realiza su fertilidad. El rapto, con toda su violencia, sirve para modificar el estatus de Perséfone, haciendo que pase de doncella a mujer y esposa. El mito es por lo tanto también etiológico del tránsito de la virginidad a la madurez. Pero aún más: al unirse a un dios infernal, se relaciona este ciclo de la juventud y de la madurez con el gran ciclo de la vida y la muerte. En el orden cosmológico de cielo-tierra y mundo subterráneo se ordenan también los ciclos de la vida, nacimiento, crecimiento, madurez y muerte.
Se trata de que el iniciado comprende el principio y el final de las cosas, probablemente porque este final es el principio de otra cosa. En algunos textos incluso se habla más explícitamente de beneficios en el otro mundo, de los misterios como una especie de pasaporte para un destino mejor en el más allá. Es lo que nos dice el propio Himno a Deméter 480-482:
¡Venturoso aquel que los vio de entre los hombres que sobre la tierra viven!
Mas el no iniciado en los ritos, quien de ellos no participa,
no tiene un destino semejante, al menos una vez muerto, bajo la sombría tiniebla.
Y nos lo reitera Sófocles (s. V a. C.) en su fragmento 837 (Radt):
¡Tres veces venturosos
los mortales aquellos que, tras haber contemplado estos ritos
se encaminan al Hades! Pues para ellos solo allí
es la vida, y para los demás, afrontar todos los males.
Las familias aristocráticas que se encargaban de preservar el culto eran principalmente dos: los Eumólpidas y los Cerices. De los primeros descendía el hierofante o sumo sacerdote, quien tenía potestad para decidir quién podía ser iniciado y quién no, y además oficiaba el ritual. De los segundos descendían sacerdotes con un rango menor y eran encargados de llevar las antorchas y de ser los heraldos sagrados. Había también otras figuras de vital importancia para el ritual: una sacerdotisa que vivía siempre en el templo, un arconte rey ateniense y una serie de colaboradores llamados epistatai que se encargaban de las finanzas.
La figura de Perséfone era duplicada, y esto era necesario, pues lo que se representa en los misterios es la separación Madre-Hija, dos deidades que en sí mismas forman una sola. La búsqueda de la Hija representa la búsqueda de la otra mitad del ser humano, es por esto que participan hombres y mujeres por igual. La dualidad de la Muchacha radica en su aparición en la tierra dos terceras partes del año, tiempo en el que –parece impensable- el reino de Hades quedaba sin su Señora. No nos es posible a nosotros –ni a los griegos de aquélla época- pensar en algo así, la Core entonces estaba en dos lugares a la vez o era la representación de dos etapas distintas en el ciclo de la vida. Eso ya había quedado aclarado. Pensemos, entonces, que Deméter y Perséfone son una misma diosa, por eso se le invocaba como Las dos diosas, aún cuando estaba separadas eran vistas como una unidad o como un alter ego la una de la otra.
Se han escrito muchas páginas acerca de estos misterios, su organización, su estructura, su objetivo, etc. Es mucho lo que se sabe, y más aún lo que se conjetura. Por eso no encuentro el sentido de extenderme más acerca de lo que ya se sabe. En las siguientes líneas procuraré dejar clara mi opinión con respecto al tema, pero seré breve.
Considero que la necesidad que ha tenido el ser humano desde tiempos inmemorables de saber lo que le espera después de la muerte es inherente a su propia naturaleza sociable. Por una parte, tendemos a apegarnos demasiado a todo lo que nos rodea, a las personas, a las cosas, a los animales, a la vida misma y lo que con ella se nos presenta. Pensar en el desprendimiento de ellas por medio de la muerte nos duele y nos hace sentir un vacío aún inexistente pero inevitable. Esta es la razón de que las civilizaciones más antiguas, en sus comienzos enterraran a sus muertos junto con sus pertenencias –humanas y materiales- para que en “la otra vida” no les hicieran falta.
Por otra parte, tuvo el hombre la necesidad de recurrir a religiones y cultos que le prometieran salvación para su alma una vez desprendida de su cuerpo. La razón de esto es bastante obvia. Nos es necesario saber que después de esta vida no todo es tinieblas, oscuridad, frío, vacío y soledad. Esta última palabra es la que muchas veces afecta más a los seres humanos. El sentimiento de soledad, de vacío, de no pertenencia a un grupo social puede llevarnos a buscar consuelo en la promesa de una vida mejor, en compañía de nuestros seres amados y, por supuesto, en presencia de la divinidad.
Esto es lo que ha tratado de hacer el cristianismo, es por eso que ha permanecido vigente durante dos milenios y, estoy casi segura de que Los Misterios Eleusinos habrían llegado a durar tanto o más de no ser por la destrucción del templo, pues éstos tenían una ventaja: sólo se requería ser iniciado y no hablar de ello con los no iniciados; no era necesario pasar por una serie interminable de rituales desde el nacimiento hasta la muerte, ni respetar una serie de mandamientos que más bien son prohibiciones de todo tipo y, sobre todo, no había castigos. El único castigo para los iniciados era la muerte si revelaban el secreto de los misterios, cosa que era muy poco probable porque, a decir de algunos, no había palabras para describir lo ocurrido. No hay para los iniciados en los Misterios de Eleusis un juicio después de la muerte, no hay cielo ni infierno, no hay necesidad de negar las creencias en otros dioses, en fin, no hay penas ni abstinencias.
Tal vez nos sea un poco difícil en la actualidad tratar de pensar como lo hacían los seres humanos de aquella época, pues estamos contaminados de nuevas culturas y religiones.
Creo que los cultos o las religiones soteriológicas en general, lo que permiten no es tanto la posibilidad de una mejor vida después de la muerte, sino una mejor vida en esta vida. Vivir con tranquilidad, sin temor del futuro. Cuando uno sabe que su muerte será digna, no puede más que vivir, a partir de entonces, de una manera digna.