El hombre, en cualquier época, siempre ha buscado en la magia un complemento divino o quizá una explicación a los sucesos que parecen no tener razón de ser. El intelecto inquisitivo humano diferencia bien lo posible y lo imposible, de modo que los variados fenómenos del mundo puedan responder a un procedimiento lógico para descifrarlos y describirlos o para dejar su origen abierto a hipótesis. De cualquier manera, todo lo que nos sucede tiene su cajón taxonómico ya sea probable o improbable.
La magia siempre ha pertenecido a unos pocos. Pues ya desde la antigüedad los ministros de los ritos no pertenecían a una clase social común, sino que el linaje y la herencia destinaban el rango y oficios a realizar.
Entonces, cómo es posible que el ejercicio de la magia, tan exclusivo y excluyente, sea propio de todas las razas y estratos sociales, cómo algo tan arcano y cerrado pertenece al hombre sacerdote y al hombre campesino. El sacerdote realiza los oficios, conoce las leyes y sus orígenes, pero sin una grey el rito se convierte en oscurantismo y cosa diabólica.
Varios de los hombres del Renacimiento, Giordano Bruno por ejemplo, fueron quemados vivos o atormentados o encarcelados por ejercer la magia y fomentar su estudio, pero no de cualquier tipo, sino una que contravenía a la religión católica, según los actos de la Inquisición. El hecho es que esta magia practicada por aquellos hombres no incluía al pueblo, no era una magia para el campesino, sino una que comprendía una gran tradición intelectual y espiritual, desde los egipcios, pasando por Platón, Cicerón, los neoplatónicos Yámblico y Zósimo, árabes, medievales, renacentistas hasta llegar a Bacon y Newton.
En nuestros días varios escritores e incluso artistas – Remedios Varo- han desarrollado temas pertenecientes a la magia, porque el secreto y la incógnita siguen inquietando a todos. La magia es un misterio que aún deseamos comprender y que nos cautiva.
El punto esencial de la magia es que maravilla a expertos e inexpertos y se nutre de los dos, de modo que un relato común tiene tantas interpretaciones cuantas personas lo conocen, es decir, la magia es un crisol en el que se mezclan las interpretaciones más populares y las más eruditas.
Un ejemplo de ello es el relato de Giges, quien fue un rey de Lidia según nos cuenta Heródoto. En dicho relato confluyen tradiciones antiquísimas racionales e irracionales, que pretenden explicar el ascenso de Giges a rey, pues él era un campesino y por ello no tenía derechos de realeza.
El siguiente texto se incluye en una obra de Erasmo de Rotterdam, titulada Adagios, en el que el autor nos explica el origen de esta expresión proverbial. El tema del anillo mágico es antiguo y sigue vigente, es por demás decirlo, en libros y películas. En el texto que presentamos a continuación aparece la versión mágica del anillo; Heródoto la descarta en el libro primero de su Historia por el criterio racionalista con el que desarrolla sus investigaciones.
En nuestra siguiente publicación ofreceremos una traducción de una carta de Petrarca en la que se habla de un anillo, también mágico, y de su influencia en Carlo Magno, a fin de hacer comprender a nuestros lectores de qué fuentes tomó Tolkien las características de su anillo. Por último, es importantísimo señalar que en la literatura sánscrita también aparece el símbolo del anillo, en la obra titulada Reconocida por el anillo del poeta hindú Kalidasa, cuyo análisis esperamos ofrecer pronto.
Anillo de Giges (Gygis anulus).
Queda bien o a los hombres inconstantes o a los afortunados, que consiguen a voluntad, como por medio de una varita divina, cualquier cosa que desean. Luciano de Samosata lo menciona en la obra Los deseos, donde alguien desea muchos anillos del mismo género del que tenía Giges, uno para enriquecerse, otro para volverse grato y amable y otro por medio del cual le estuviera permitido volar a donde quisiera. Pues la superstición de los antiguos atribuyó tanta eficacia a los anillos, que eran vendidos como eficaces para varios encantamientos: unos contra las mordidas de fieras, otros contra la calumnia, otros ya sea para expulsar daños, ya sea para procurar beneficios a quienes los portaran. A partir de esto, en la comedia Pluto de Aristófanes, Diceo dice al sicofante, que lo amenaza con un juicio: Nada te estimo, cuando porto este anillo, pues se lo compré a Eudemo en un dracma.
Y en la misma comedia: Sin embargo – se sobrentiende remedio- no existe para la mordedura del sicofante.
Aquí habla del anillo y alude a las mordeduras de las fieras. Así pues, este proverbio se originó de cierta narración similar, que Platón no encontró tedioso referir en el libro segundo de La república y del mismo modo no nos pesará volver a contarla aquí:
Cierto Giges, fundador de Lidia, era un pastor pagado del rey que por aquel tiempo gobernaba a los lidios. Un día se originó una tempestad furiosísima y una gran tormenta se presentó y relámpagos y, finalmente, también un temblor, de modo que en el sitio, donde entonces Giges por casualidad apacentaba sus rebaños, la tierra se dividió en una enorme grieta. Tan pronto como él se percató, solo, pues los demás pastores habían huido aterrados, descendió a la grieta y allí contempló algunas cosas admirables y un caballo broncíneo, ingente y hueco. En un costado del caballo había un orificio, a través del cual vio que estaba en su vientre el cadáver de un hombre, mayor que el de la especie humana. Éste no tenía ropa u ornamento alguno, a excepción de un anillo de oro colocado en el dedo. Después de que tomó el anillo, salió de la gruta y después de algunos días regresó con el grupo de pastores, entre los cuales había sido elegido como encargado de dar cuentas al rey cada mes. Al sentarse junto a otros, Giges se percató de que, si por casualidad giraba hacia adentro la gema insertada en el anillo, de repente sucedía que nadie lo pudiera ver, y del mismo modo como si no estuviera presente, los demás hablaban de él. Y asombrado por este hecho, de nuevo invirtió la gema del anillo hacia afuera y pronto comenzó a ser visible para los pastores. Como había hecho la prueba de esto con más diligencia y más a menudo y como ya tenía por cierto que el anillo poseía esta capacidad de que si la gema estaba volteada hacia él, era invisible, y que si estaba volteada hacia los otros, era visible, obtuvo ser enviado al rey como legado en nombre de los pastores. Después de haber partido, violó a la esposa del rey y planeó con ella la manera de matarlo. Finalmente, muerto ya el rey y luego de casarse con la reina, de pastor se convirtió de repente en rey, y esto gracias al favor del anillo del destino.
Platón lo recuerda también en el libro décimo de La república y refiere también este relato Cicerón en el libro tercero del tratado Acerca de los deberes. Por otra parte, Heródoto en el libro primero narra esto de otra manera muy distinta y no menciona el anillo.
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