En el texto de Erasmo se explica el proverbio "entre los amigos todo es común" y se exponen las fuentes en las que aparece. En Aulo Gelio, se expone el caso del sabio griego Quilón, quien en un juicio en contra de su amigo tuvo que decidir a favor de éste, aunque era culpable. Esperamos que sean del agrado de nuestros lectores.
Entre los amigos todo es común (Amicorum communia omnia).
Puesto que no hay algún proverbio más sano ni más célebre que éste, me agradó comenzar desde aquí el recuento de los adagios como con un augurio feliz. Si en verdad este adagio estuviera tanto en el corazón de los hombres como lo está en boca de todos, sin duda nuestra vida estaría libre de muchísimos males.
A partir de este proverbio Sócrates deducía que todo pertenecía a los hombres de bien de la misma manera que a los dioses. Todo –dice- pertenece a los dioses. Los hombres de bien son amigos de los dioses y entre los amigos todo es común. Así, pues, todo pertenece a los hombres de bien.[1] En la obra Orestes de Eurípides, se refiere:
Entre los amigos todo es común.
Y de la misma manera en las Fenicias:
Cualquier dolor de los amigos es común.
Y lo mismo en Andrómaca:
Porque, en verdad, nada propio poseen los amigos, sino que entre ellos todo es común.[2] Terencio lo escribe en la obra Hermanos: Pues antiguo es este proverbio, que todo es común entre los amigos.[3] Se atestigua que también existía tal proverbio en la misma comedia de Menandro.[4]
M. Tulio, en el libro primero de su tratado Acerca de los deberes, dice: Como es en el proverbio de los griegos, Entre los amigos todo es común.[5] Es citado también por Aristóteles, en el libro octavo de los tratados morales,[6] y por Platón, en el libro quinto de Las leyes.[7] En este pasaje Platón intenta demostrar que la forma de gobierno más favorable consiste en la comunión de todo: Ciertamente la mejor nación es la forma de gobierno y leyes óptimas, donde, lo más que sea posible, se observará lo que antiguamente se dice al respecto de toda nación: que en verdad los asuntos de los amigos son comunes. También dice que será feliz y próspera la nación, en la que no se escuchen estas palabras: mío y no mío[8]. Mas es admirable decir cuánto no agrada aquella comunidad platónica o, más bien, cuánto es apedreada por los cristianos, cuando nunca un filósofo pagano dijo algo más semejante al pensamiento de Cristo. Aristóteles, en el libro segundo de La Política,[9] modera el pensamiento de Platón, pues desea que la posesión y la propiedad estén en poder de algunos; que, contrariamente, por la práctica, el valor y la sociedad civil todo es común, según el proverbio.
Marcial, en el libro segundo,[10] se burla de un tal Cándido, que siempre tenía este adagio en los labios, aunque nada compartiera a sus amigos: Cándido, κοινὰ φίλων, son estas tus palabras, Cándido. Tú, grandílocuo, noche y día andas diciendo esto. –Así concluye el epigrama- Nada das, Cándido, y dices κοινὰ φίλων.
Con elegancia Teofrasto dice, en el comentario titulado Acerca del amor a los hermanos, escrito por Plutarco: Si entre los amigos todo es común, sobre todo conviene que sean comunes los amigos de los amigos. M. Tulio, en el libro primero de Las leyes,[11] parece atribuir este adagio a Pitágoras, cuando dice: De donde viene aquella sentencia pitagórica: Entre los amigos todo es común y la amistad es igualdad. Además, Timeo, en Diógenes Laercio,[12] transmite que este adagio provino primeramente de Pitágoras. A. Gelio, en el libro primero, capítulo octavo de las Noches Áticas,[13] atestigua que Pitágoras no sólo fue el padre de esta frase, sino que también introdujo tal comunión de vida y de medios de este tipo, cual Cristo quiere que exista entre todos los cristianos. Pues cualquiera que hubiera sido aceptado por Pitágoras en su séquito de alumnos, donaba el dinero y las propiedades que tenía. Esto, de dicho y hecho, era llamado con un término romano, κοινόβιον, esto es, cenobio, sin duda por la asociación de vida y de bienes.
[1] Cf. Diógenes Laercio, 6. 37. Este dicho se atribuye a Diógenes el cínico.
[2] Eurípides, Orestes 735; Fenicias 243; Andrómaca 376-7
[3] Terencio, Hermanos 803-4.
[4] Menandro, Fragmentos, 9 K (Allison, Loeb).
[5] Cicerón, Acerca de los deberes, 1.16.51.
[6] Aristóteles, Ética Nicomaquea, 8. 9. 1 (1159b31).
[7] Platón, Leyes, 5. 739b-c.
[8] Cf. Don Quijote de la Mancha (primera parte), XI: “Dichosa edad y siglos dichosos aquellos a quien los antiguos pusieron nombre de dorados… porque entonces los que en ella vivían ignoraban estas dos palabras de tuyo y mío”.
[9] Aristóteles, Política, 2. 1 (1261a 2).
[10] Marcial, 2. 43. 1-2, 16.
[11] Cicerón, De las leyes, 1. 12. 34.
[12] D. Laercio, 8. 10.
[13] A. Gelio, 1. 9. 12.
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