viernes, 14 de octubre de 2011

Poemas de Bilhana

Presentamos las traducciones del inglés de los poemas de Bilhana, titulados en español "Los 50 poemas del amor furtivo".
Este aporte, realizado por los alumnos de quinto año de preparatoria del Colegio Cedros Norte, es importantísimo y casi inédito en lo referente a la poesía española, pues sólo se encuentra en línea la traducción castellana de un poema de los 50 que componen la obra del poeta hindú Bilhana. Además de conservar un estilo poético sencillo pero muy expresivo, los alumnos del Colegio Cedros han impreso un sentimiento y corrección sintáctica en los presentes poemas.
Esperamos que los lectores disfruten de la siguiente selección de poesía hindú, tan desconocida en México desafortunadamente, pero riquísima en imágenes y bella por lo demás.


POEMAS BILHANA

Agustín Figueroa
Aun ahora
Y pienso que me encantaron los cipreses y rosas, queridos
Las grandes montañas azules y las pequeñas grises colinas
El sonido del océano. En un día
Yo vi extraños ojos y manos como mariposas
Para mí en la mañana las alondras volaron desde el tomillo
Y los niños llegaron a bañarse en arroyos

 Juan Pablo Martínez
Aun ahora
La veo como tenia acostumbrado, en su palacio blanco.
Debajo de antorchas negras iluminada por una luz roja
Vestida con muchas flores rompiendo la obscuridad
Veo su resplandeciente rostro
desafiante y tímida me dijo claramente
Ahora dormiré, buenas noches señoritas

Emilio Peregrina
Aun ahora
Cuando mi triste corazón estaba roto y las paredes de mi prisión parecían derrumbarse...
Una luz y en esa luz una dama...
Sus blancos brazos, rosados hasta los codos...
Vistos solo con la luz del sol...
Y esos ojos que maravillan el horizonte.

Jeffrey Alán Melgarejo
Aún ahora
La veo, hermoso rostro rubio como el oro
Enriquecido con pequeñas luces, coloridas sombras y sorpresa
Una y otra vez todo de ella, con los ojos brillantes
Todos brillantes de amor, pero muy cansados de tanto amar,
Como si fuera el disco mágico de la luna cuando Rahu la cubre
Con su oscura piedra para ocultar sus rayos.

Alejandro Anaya
Aun ahora
La llevo a mí en su rápida vergüenza,
Escondiendo su cara brillante en el momento del día;
Haciendo que se muevan sus intensos ojos en las regadas estrellas,
Para el insomnio del gran amor errando toda la noche,
Aparentemente ara navegar gentilmente, como ese pajaro color rosa,
Por el agua del amor en una cosecha de flores de loto

Arturo Avilés
Aún ahora
Ella es por arte de magia presente en mi alma
Y que una palabra de extraña facilidad del corazón, adiós,
Que en la noche, en movimiento reacio,
E inclinándose hacia una boca de oro,
Le dije en voz baja a los rechazados,
Tiernamente cansado el pelo de la hija del rey

Alejandro Quintero
Aun ahora
La muerte tomo como consuelo
No, soy libre como el cóndor alado
O como los reyes en sus tronos de marfil violeta
La noche no vendría sin sus camas de seda negra
Ni una cama sin mi amor brillante
Guardias de negro en formación deben atacar
Y secar la fuente antes que el amanecer llegue

Xavier Lebrija
Aun ahora
Pienso que tus pies buscan a los míos para consolarlos.
Aun hay sueños sobre ti
Que no escuchare al despertarme. No lloro al amanecer
Aunque el día me trae tu perdida.
Toda la luz es odiosa. Ahora es tiempo
Para llevar mi alma

Francisco Lechuga
Aun ahora mis ojos que no quieren ver más, siguen pintando y pintando rostros de mi niña perdida, oh dorados anillos que pellizcan contra pequeñas hojas de magnolia, oh blanco pergamino en el que mis pobres labios divorciados escribieron excelentes estrofas de besos que mis labios no volverán a escribir

Ernesto Quintanilla
Incluso ahora
Si la viera postrada con ojos abiertos
Y con color en sus mejillas
A lo largo de su costado con el oído descubierto
Sufriendo la fiebre de mí distancia
Entonces, mi amor por ella serian lazos de flores, y noche
Un amante de pelo negro en el pecho del día.

Luis D. Seguí
Aún ahora.
Yo sé que mi princesa era feliz. La veo de pie
Tocando sus pechos con todas sus flores-dedos suaves,
Viendo de reojo hacia mí con sus sonrientes ojos.
Hay un dios que la arma con flores
Y ella fue herida profundamente. Ella, oh morir aquí.
Bésame y seré más puro que un rio rápido.

Gonzalo Bolio
Incluso ahora
Amo largos ojos negros que acarician como seda,
Ojos por siempre sonrientes,
Cuyas cubiertas producen tan dulce sombra cuando cierran,
Parece otra hermosa mirada suya,
Amo una boca fresca, ah, una boca perfumada,
Y cabello ondulado, sutil como humo,
Y dedos ligeros, y risa de verdes gemas.

Gerardo Ahedo
Aún ahora
Tengo una necesidad de hacer oraciones, de hablar
Mi última consideración del mundo
A los trece grandes dioses, para estar en balance
Antes de que mi alma viaje. Me arrodillo y digo:
Padre de la Luz. Sigue alumbrando todavía
Para que pueda verte. Madre de las Estrellas,
Dame tus pies para besarlos, Te quiero, cariño.

Carlos Núñez Chiñas
Aún ahora
La agradable intimidad del amor rudo.
Con su paciente gloria
Me guarda en la memoria y ella con un brillante vestido
Como si fuera una llama amarilla
La vergüenza se agrupa
Y con gracia sus pies se van.

miércoles, 16 de febrero de 2011

Sobre la amistad

Aprovechando que esta es la semana del amor y la amistad, publicaremos a continuación dos textos en los que se habla sobre este tema. Uno de Erasmo, de su obra "Adagios", y otro de Aulo Gelio, de las "Noches Áticas".
En el texto de Erasmo se explica el proverbio "entre los amigos todo es común" y se exponen las fuentes en las que aparece. En Aulo Gelio, se expone el caso del sabio griego Quilón, quien en un juicio en contra de su amigo tuvo que decidir a favor de éste, aunque era culpable. Esperamos que sean del agrado de nuestros lectores.


Entre los amigos todo es común (Amicorum communia omnia).

Puesto que no hay algún proverbio más sano ni más célebre que éste, me agradó comenzar desde aquí el recuento de los adagios como con un augurio feliz. Si en verdad este adagio estuviera tanto en el corazón de los hombres  como lo está en boca de todos, sin duda  nuestra vida estaría libre de muchísimos males.
A partir de este proverbio Sócrates deducía que todo pertenecía a los hombres de bien de la misma manera que a los dioses. Todo –dice-  pertenece a los dioses. Los hombres de bien son amigos de los dioses y entre los amigos todo es común. Así, pues, todo pertenece a los hombres de bien.[1] En la obra Orestes de Eurípides, se refiere:
Entre los amigos todo es común.
Y de la misma manera en las Fenicias:
Cualquier dolor de los amigos es común.
Y lo mismo en Andrómaca:
Porque, en verdad, nada propio poseen los amigos, sino que entre ellos todo es común.[2] Terencio lo escribe en la obra Hermanos: Pues antiguo es este proverbio, que todo es común entre los amigos.[3] Se atestigua que también existía tal proverbio en la misma comedia de Menandro.[4]
M. Tulio, en el libro primero de su tratado Acerca de los deberes, dice: Como es en el proverbio de los griegos, Entre los amigos todo es común.[5] Es citado también por Aristóteles, en el libro octavo de los tratados morales,[6] y por Platón, en el libro quinto de Las leyes.[7] En este pasaje Platón intenta demostrar que la forma de gobierno más favorable consiste en la comunión de todo: Ciertamente la mejor nación es la forma de gobierno y leyes óptimas, donde, lo más que sea posible, se observará lo que antiguamente se dice al respecto de toda nación: que en verdad los asuntos de los amigos son comunes. También dice que será feliz y próspera la nación, en la que no se escuchen estas palabras: mío y no mío[8]. Mas es admirable decir cuánto no agrada aquella comunidad platónica o, más bien, cuánto es apedreada por los cristianos, cuando nunca un filósofo pagano dijo algo más semejante al pensamiento de Cristo. Aristóteles, en el libro segundo de La Política,[9] modera el pensamiento de Platón, pues desea que la posesión y la propiedad estén en poder de algunos; que, contrariamente, por la práctica, el valor y la sociedad civil todo es común, según el proverbio.
Marcial, en el libro segundo,[10] se burla de un tal Cándido, que siempre tenía este adagio en los labios, aunque nada compartiera a sus amigos: Cándido, κοινὰ φίλων,  son estas tus palabras, Cándido. Tú, grandílocuo, noche y día andas diciendo esto. –Así concluye el epigrama- Nada das, Cándido, y dices κοινὰ φίλων.
Con elegancia Teofrasto dice, en el comentario titulado Acerca del amor a los hermanos, escrito por Plutarco: Si entre los amigos todo es común, sobre todo conviene que sean comunes los amigos de los amigos. M. Tulio, en el libro primero de Las leyes,[11] parece atribuir este adagio a Pitágoras, cuando dice: De donde viene aquella  sentencia pitagórica: Entre los amigos todo es común y la amistad es igualdad. Además, Timeo, en Diógenes Laercio,[12] transmite que este adagio provino primeramente de Pitágoras. A. Gelio, en el libro primero, capítulo octavo de las Noches Áticas,[13] atestigua que Pitágoras no sólo fue el padre de esta frase, sino que también introdujo tal comunión de vida y de medios de este tipo, cual Cristo quiere que exista entre todos los cristianos. Pues cualquiera que hubiera sido aceptado por Pitágoras en su séquito de alumnos, donaba el dinero y las propiedades que tenía. Esto, de dicho y hecho, era llamado con un término romano, κοινόβιον, esto es, cenobio, sin duda por la asociación de vida y de bienes.


[1] Cf. Diógenes Laercio, 6. 37. Este dicho se atribuye a Diógenes el cínico.
[2] Eurípides, Orestes 735; Fenicias 243; Andrómaca 376-7
[3] Terencio, Hermanos 803-4.
[4] Menandro, Fragmentos, 9 K (Allison, Loeb).
[5] Cicerón, Acerca de los deberes, 1.16.51.
[6] Aristóteles, Ética Nicomaquea, 8. 9. 1 (1159b31).
[7] Platón, Leyes, 5. 739b-c.
[8] Cf. Don Quijote de la Mancha (primera parte), XI: “Dichosa edad y siglos dichosos aquellos a quien los antiguos pusieron nombre de dorados… porque entonces los que en ella vivían ignoraban estas dos palabras de tuyo y mío”.
[9] Aristóteles, Política, 2. 1 (1261a 2).
[10] Marcial, 2. 43. 1-2, 16.
[11] Cicerón, De las leyes, 1. 12. 34.
[12] D. Laercio, 8. 10.
[13] A. Gelio, 1. 9. 12.

miércoles, 9 de febrero de 2011

EL PENSAMIENTO DE CRITIAS Y SU ÉPOCA.

Por Claudio Camacho

1. La influencia del iluminismo en Critias

Ciertas acciones del ser humano en un determinado periodo definen la época en que se dan y la consagran dentro de la historia política, social y cultural universal. Entre los siglos VIII y VI a. C., la mayoría de las ideas políticas y sociales de los griegos era producto de sus enraizadas costumbres aristocráticas y oligárquicas. El pensamiento religioso y filosófico era de corte naturalista, y sus doctrinas ubicaban al ser humano dentro de un mundo regido por la naturaleza.[1] Dentro de esta corriente filosófica el estudio del hombre, su cultura y creación eran ocasionales.[2] Sin embargo, ocurrieron grandes cambios dentro de estas estructuras de pensamiento. El contacto profundo de los jonios con otros pueblos de la zona los llevó a conocer otras culturas, costumbres, religiones e ideas que, con el paso del tiempo, repercutirían en la mentalidad griega suscitando la reflexión y la crítica.[3] Esta observación comparada les permitió ampliar su visión acerca del mundo conocido. Filósofos como Jenófanes, Heráclito y la escuela pitagórica, por ejemplo, cimentaron la estructura del nuevo pensamiento gracias a esos contactos. El ser humano adquirió una atención mayor que su entorno natural; así, éste dejó de ser un accidente de la naturaleza y se convirtió en un objeto de indagación como artífice de su sociedad y de su entorno.[4]
Ya en el siglo V, pensadores itinerantes difundieron y propagaron por toda Grecia sus ideas acerca del hombre. Así, las nuevas teorías, basadas en el uso de la razón, propiciaron un progreso notable de las teorías sociales y de la civilización griega.[5]
Atenas fue uno de los centros de desarrollo intelectual donde aquellos maestros encontraron condiciones propicias para desarrollar sus ideas. Los testimonios muestran que en el siglo V se verificaron en Atenas esos elementos trascendentales dentro del pensamiento de la cultura griega junto con los grandes cambios sociales y políticos.[6] El dominio ateniense y su economía, basada en el comercio, facilitó un contacto más estrecho de sus ciudadanos con otros pueblos. La instauración de un gobierno democrático facilitó la apertura hacia corrientes renovadoras del pensamiento que influían en toda Grecia. Se difundieron nuevas ideas que contrastaron con el pensamiento predominante aristocrático, basado en la existencia de dos distintas naturalezas de individuos (los nobles y los demás), y que, a su vez, fortalecieron las nuevas estructuras sociales y políticas.
Frente a la antigua ideología oligárquica surgió el pensamiento subjetivo y relativo, que nada daba por cierto en absoluto. Lo individual, liberado de sus condiciones mítico-religiosas, creció junto con lo colectivo. Así, estos intelectuales o teóricos políticos dieron un paso hacia el humanismo al analizar los problemas fundamentales de la sociedad y proponer soluciones a los problemas relativos al hombre:[7] su pensamiento, naturaleza, desarrollo y religión, entre otros.[8] Asimismo influyeron en todos los ámbitos intelectuales de Atenas: política, literatura, filosofía, etc. El hombre, entonces, se convirtió en el centro de sus intereses educativos y especulativos. Los pensadores, pese a que abordaban los temas indicados, seguían diferentes orientaciones.
Grandes pensadores y filósofos, beneficiados por el pensamiento jónico,[9] como Anaxágoras, Protágoras, Gorgias, Demócrito, Antifonte y Sócrates, por nombrar algunos, desarrollaron sus propias teorías acerca de los problemas antes mencionados. Ellos, como individuos pensantes y con actitud crítica, pusieron en tela de juicio antiguos paradigmas como la religión, las leyes, la naturaleza, el estado.[10] Los temas debatidos en aquella época se centraban, como se ha mencionado, principalmente en la naturaleza del hombre.
Estas contribuciones fueron fuente importante de inspiración para otros pensadores del siglo V. Uno de éstos fue Critias, quien disertó sobre el ser humano y sus problemas en la segunda mitad de ese siglo, en medio del ambiente bélico entre las diversas ciudades-estado, entre la turbulencia política interna causada por las disputas entre las principales facciones -aristócratas y oligarcas- por el control de Atenas. En su obra se puede notar la influencia de filósofos como Jenófanes y, en general, de la filosofía jónica en lo que respecta a las teorías humanas, así como la de filósofos y sofistas de la época.
  
2. Critias aristócrata
Como en la mayoría de los escritores de la época, en la obra de Critias el ser humano y sus problemáticas ocupan uno de los lugares principales. Empero, la obra de nuestro personaje también es el reflejo de su apegó a la ideología aristocrática-oligárquica de sus antecesores. Esto, en gran medida, se debe a que nuestro personaje perteneció, como hemos visto anteriormente, a una de las más prominentes familias de Atenas. Así, desde pequeño su educación se basó en los valores de la clase otrora dominante. Esto, a la postre, influyó en su pensamiento y condicionó su visión acerca de los problemas comunes de la época.
Partiendo de ese punto, sus ideas y conceptos parecen ser muy rígidos y, hasta cierto punto, conservadores, lo que contradice su carácter de homo novus. Por ejemplo, en uno de sus fragmentos reprendió al poeta lírico Arquíloco por haber dicho que era hijo de un esclavo, hablar mal de sus amigos y enemigos, ser adultero, pobre y por haber, incluso, perdido el escudo.[11] A través de este fragmento observamos la postura conservadora de Critias producto de su estrecha relación con los valores de la antigua sociedad aristocrática, cuyas cualidades fueron determinadas por un origen eupatrida y las virtudes exaltadas por los aedos de la épica homérica. Otrora esos valores constituyeron el recto modo de vida, pero en el siglo V habían sido relegados por las cualidades humanas exaltadas por el emergente y consolidado sistema de gobierno democrático.
Se conservan otros fragmentos donde Critias también exalta su carácter aristocrático, pues él, así como los héroes descritos por Homero en la Iliada y en la Odisea, anhelaba gloria, fama y riqueza. Como cualquier persona que ha crecido bajo los ideales de la aristocracia, como el de la gloria, nuestro personaje, adapta esos antiguos valores a un mundo ferviente y dinámico donde surgen de manera encontrada nuevas ideas y valores. Ahora, nuestro personaje, alaba las cualidades de los mejores hombres de su tiempo. El breve fragmento 8 muestra claramente dichos anhelos y observamos que éstos son muy similares a los de la épica, de entre los cuales destacan: afán de triunfos y deseo de riquezas: 
La riqueza de los Escopades, la magnanimidad de Cimón
Las victorias del lacedemonio Agesilao.[12]

Este fragmento tiene tres vertientes principales de los valores aristocráticos del siglo V. La primera imagen se relaciona con la riqueza que es un valor imprescindible dentro del pensamiento aristocrático-oligárquico. Esto es más claro cuando Critias menciona a una familia prominente de Tesalia. La segunda se relaciona con una imagen propia del imaginario de Critias que es la simpatía hacia las formas espartanas. En este caso, menciona un personaje de la historia ateniense como Cimón que fue de mentalidad pro-espartana y un opositor de figuras de la democracia como Testocles, quien fuera condenado al ostracismo en el año 471 a. C., debido, sobretodo, a su política expansionista y en fuerte oposición a la potencia lacónica: Esparta. Cimón fue también opositor de Pericles, y éste que lo condenó al destierro en el año 454 a. C. por su política filo-espartana. La imagen de Cimón fue, pareciera, un fuerte referente dentro del pensamiento de Critias, quien resaltó el carácter de aquél insigne personaje como un valor absoluto dentro de los ideales de la aristocracia del siglo V. La tercera cualidad de la personalidad aristocrática cara a Critias fue la de Agesilao, empero esta referencia es obscura y confusa, pues poco se sabe acerca de este personaje a partir de la obra de nuestro escritor. Alessandro Ianucci señala que esta última imagen se relaciona estrechamente con el final del fragmento 15: yo hubiera querido tener la fama de la gloria”. Él considera que existe relación aunque no se conoce gran cosa del personaje mencionado salvo que fue padre de Lichas, dirigente espartano en los años claves del conflicto, quien fue un personaje crucial en la breve alianza entre Esparta y Argos. Se dice que en la olimpiada del 420 inscribió bajo el nombre de Tesalia un carro con la finalidad de que compitiera en una época en la que los espartanos habían sido expulsados de los juegos, pues habían roto la tregua de los juegos. Al momento que dicho carro terminó en primer lugar, Lichas se acercó al auriga para coronarlo.[13]
Así, la victoria en los juegos olímpicos significaba para los atletas grandes honores, pues eran reconocidos en sus ciudades natales, además se les erigían estatuas y se les dedicaban cantos líricos conocidos como epinicios. Critias anhela esta gloria. De este modo asimila los actos heroicos narrados en la épica a las victorias de los atletas de su época presente en los juegos olímpicos. Este fragmento representa el paradigma de los valores aristocráticos del siglo V a. C. Así, mediante esta concepción de la vida, nuestro personaje estudiado, refuerza ante su grupo los esquemas y replantea la ética de los aristócratas.        
Asimismo, en el fragmento 15 del Pirítoo Critias enumera y, a su vez, reprocha los deseos que más excitaban la ambición de los hombres de su tiempo: la participación en nobleza, la obtención de riqueza y la capacidad de persuadir a sus conciudadanos con el fin de obtener un beneficio propio. En los dos últimos versos de este pasaje escribe, como habíamos visto anteriormente:
Mas yo de estas cosas ninguna deseo obtener,
sino que quisiera tener la gloria de una buena fama. [14]

Según Angio Francesca,[15] el yo de la expresión que ocupa el lugar principal dentro de este período oracional, coincide con el máximo deseo del autor, pues, como un héroe descrito en la épica, Critias, buscaba la fama y honores que los antiguos héroes homéricos poseyeron. Por eso, Iannucci observó y resaltó, perfectamente, la relación entre estos dos últimos versos y el fragmento 8. En esa época, Critias, así como la gran mayoría de los hombres, habían adaptado los triunfos de los héroes épicos a los ideales de las competencias olímpicas.
Los primeros versos de este fragmento, como hemos dicho anteriormente, revelan el disgusto de nuestro personaje contra las nuevas formas de vida consolidadas por una sociedad democratizada. Según su opinión, las estructuras sociales y políticas de Atenas del siglo V fomentaban ambiciones mezquinas de hombres preocupados por intereses personales. En el régimen democrático los ciudadanos de la polis habían adquirido derechos y obligaciones que les permitía, en algún momento de su vida, desempeñar alguna función política o puesto administrativo en favor de su ciudad. Antiguamente, los aristócratas eran quienes gobernaban y tomaban las decisiones en torno a la administración y gobierno de la ciudad. Así nos dice:
Tenemos diversos deseos en la vida
uno anhela tener una noble estirpe
mientras que otro no se preocupa de esto, sino que quiere
ser llamado señor de muchas riquezas en las casas,
pero a otro no basta ningún pensamiento sano que habla
para engañar a sus vecinos con audasia malvada,
otros, vergonzosas ganancias antes que el bien de los mortales
buscan; así la vida de los mortales es una perdición.
Mas yo de estas cosas ninguna deseo obtener,
sino que quisiera tener la gloria de una buena fama.
En el primer verso menciona: “Tenemos diversos deseos en la vida”. Critias, al retomar los valores humanos universales como el deseo, se adapta a su presente y, en cierta medida, se equipara a la mayoría de los seres humanos. Empero, en seguida hace una distinción entre estos deseos. Así, según Critias, algunos desean tener un buen linaje, riquezas económicas y materiales (vv 3-4); algunos otros, solamente buscan engañar a sus allegados utilizando falsos discursos (vv 5-6). La imagen creada por Critias es la de los demagogos, quienes, por medio de la retórica, buscaban persuadir al pueblo con la finalidad de obtener algún beneficio particular. Adelante en los versos 7-8 dice que otros simplemente buscan vergonzosas ganancias, y termina con una sentencia (v. 8): “así la vida de los mortales es una perdición.”. De esta forma se deslinda de estos individuos para concluir con su premisa antes señalada con la que replantea los valores épicos dándoles un nuevo rostro.  
En otro fragmento del Pirítoo, Critias afirma que es preferible no vivir que vivir mal:
¿No es verdaderamente preferible no vivir a vivir mal?[16]
Algunos autores afirman que este fragmento es un ataque frontal contra aquellos filósofos, poetas e intelectuales de su tiempo que preferían la pobreza al bienestar económico. Esta idea parece surgir de sus preceptos familiares, pues, como sabemos, Critias fue un eupatrida;  su familia, antiguamente, había sido muy reconocida entre los ciudadanos atenienses, pues a lo largo de la historia social y política de esta ciudad había contribuido en su crecimiento y expansión. En ese fragmento, Critias apela al sentido de estabilidad social que proporciona la riqueza económica lo cual se reafirma en el fragmento 29 de una tragedia de la que sólo fragmentos se han conservado. Allí, por medio de una interrogación, Critias nos dice que es preferible vivir junto con la riqueza tonta que con la pobreza sabia:
Es mejor vecino tener en casa a la
Riqueza tonta que la pobreza sabía.[17]
Critias reafirma en el fragmento 18 lo dicho en los anteriores. Él, siendo aristócrata considera que, por medio de la riqueza material, la clase dominante podía asegurarse grandes ventajas políticas y sociales, como otrora había otorgado a los aristócratas gran poder político y social. Para él, una vida sin esta riqueza material significaría terminar con sus pretensiones políticas que a lo largo de su vida había buscado.[18]
Así, al leer la obra fragmentada de Critias nos adentramos por los estrechos pasajes del pensamiento aristocrático del siglo V. Esta ideología impregnó el pensamiento de Critias desde su corta infancia, formándolo en sus instituciones. Pero él, además, adaptó a su pensamiento corrientes filosóficas de muy diverso género. Así, su obra se convierte en una cuestión de propaganda política a favor de las clases acomodadas de la ciudad estado ateniense.


[1] Gigon, O., Problemas fundamentales de la filosofía antigua, tr. Nelly Schnait y Zultan Szankay, Compañía General Fabril Editora, Buenos Aires, 1962, p. 183: “Si miramos a los primeros presocráticos, vemos por de pronto que su intención es en apariencia construir un cosmos del cual las manifestaciones individuales e históricas de lo divino estén excluidas. Lo que era milagro y señal para la creencia: caída de un rayo, terremoto… fue reducido a causas comprensibles y naturales.”
[2] Zeller, E., Fundamentos de la filosofía griega, tr. Alfredo Llanos, Siglo Veinte, Buenos Aires, 1968, p. 84 “… el hombre como ser intelectual y su propia creación peculiar, la cultura, habían atraído hasta aquí sólo una mirada ocasional y fugaz de parte de los filósofos…”
[3] Zeller, E., op. cit. p 84.
[4] Nestle, W., Historia del espíritu griego, desde Homero hasta Luciano; tr. Manuel Sacristán, Ariel, Barcelona, 3ra edición, 1981, p. 113: “El movimiento espiritual que desde mediados del siglo V aproximadamente se difunde por toda Grecia… no se encuentra en modo alguno fuera del marco del anterior desarrollo del pensamiento griego, sino que constituye la continuación y el complemento de la filosofía jónica por el lado de la problemática humana.”
[5] Guthrie, W. K. C., Historia de la filosofía griega III Siglo V. Ilustración, tr. Joaquín Rodríguez Feo, Gredos, Madrid. p. 225. “A medida que crece la <<Ilustración>>, se manifiesta a sí mismo bajo dos aspectos principales: primero, por la determinación de creer solemnemente lo que es razonable y por una tendencia a identificar la razón con el positivismo y el progreso de las ciencias naturales, y, segundo, por un genuino compromiso con la moralidad.”
[6] Rodríguez Adrados, F., La democracia ateniense, Alianza, Madrid, 1975, p. 309: “La evolución de las ideas y de la sociedad ateniense presentan rasgos evidentes de paralelismo y es difícil decir en cada caso cuál pertenece a cuál.”
[7] Rodríguez Adrados, F., op. cit. p. 161
[8] Rodríguez Adrados, F. op. cit. p. 161: “Filósofos y sofistas [influenciados por pensadores jonios como Heráclito, Jenófanes y Simónides] basaban sus doctrinas en principios semejantes: fe en el hombre y en su razón; creencia en una naturaleza humana que es la base de una nueva sociedad fundada sobre principios más o menos igualitarios; nuevas teorías del conocimiento que justifica el desarrollo autónomo de las sociedades.”
[9] Nestle W., op. cit. p. 113: “La historia jónica, con sus extensas investigaciones etnológicas, le suministro materia para su reflexión.”
[10] Rodríguez Adrados, F., op. cit. p. 168: “Los filósofos son individualidades desligadas de la tradición, pero preocupados por los problemas del hombre y del estado, que investigan racionalmente con voluntad de en enseñanza.”
[11] Confróntese fragmento 44
[12] Fr. 8
 [13] Iannucci, op. cit., p. 47.
[14] Ver: Apéndise fr. 15 DK  
 [15]Angio, Francesca, “Etica aristocratica ed azinone politica in Crizia”, Q. S., vol, 29, 1988, p, 141-148. 141. 
[16] Fr 23
[17] Fr 29.    
[18] De acuerdo con Jenofonte son las pretensiones de poder político lo que unió a Critias con Sócrates. Vide infra.

lunes, 3 de enero de 2011

Carta de Francesco Petrarca

(Epistole familiares, I,4.)
 Para continuar con el tema del anillo y la magia, incluimos ahora la traducción de una carta de Petrarca, en la que se mencionan algunas propiedades más del anillo.
Cuentan que el rey Carlo, a quien osan equiparar con Pompeyo y Alejandro en el sobrenombre de Magno, amó perdida y pasionalmente a cierta mujercilla y se consumió por sus encantos, dejó de lado la fama que había acostumbrado procurar muchísimo, aun depuso los cuidados de su gobierno, hasta que se olvidó, primero, de todos los demás asuntos y, finalmente, de sí mismo. En ninguna otra cosa se complacía a no ser en estar abrazado a ella durante mucho tiempo y los suyos se indignaban y dolían por esto. Finalmente, cuando ya no quedaba esperanza, pues el amor insano había tapado los oídos del rey a los saludables consejos, una muerte inesperada se apoderó de la mujer que era la causante de los males. En un principio hubo gran alegría, aunque oculta, en el palacio, pero después un dolor más grave que el primero. Veían cuánto había sido corrompido el ánimo del rey por una enfermedad más vergonzosa, pues con la muerte de la mujer no disminuyó el furor, sino que se trasladó al propio cadáver obsceno y exangüe, que había sido perfumado con bálsamo y aromas, adornado con gemas y cubierto con vestidos púrpuras día y noche. No puede expresarse cuán discorde y dolorosa era la condición: los asuntos del que ama y del que es rey nunca pueden unirse sin pelear, pues son contrarios. ¿Qué otra cosa es el reino sino un dominio justo y glorioso? Por el contrario, ¿qué es el amor sino una vergonzosa e injusta esclavitud?
Así, pues, cuando llegaban al rey amante, o más bien demente, legados de pueblos, prefectos y regentes de las provincias para tratar asuntos importantes, él, mísero en su lecho, sacaba a todos, cerraba las puertas y se agarraba al cuerpecillo de su amada, llamándola como si respirara y fuera a contestar. Le contaba sus preocupaciones y trabajos. Le murmuraba tiernamente y le suspiraba en las noches. Le instilaba siempre dulces lágrimas de amor (horrible solaz de miseria).
En aquel tiempo un ministro se encontraba en la corte: un varón reconocido por su santidad y sabiduría (como lo cuentan) y, además, el primer consejero del rey. Él se compadeció de la situación de su rey y como se dio cuenta de que no había solución con remedios humanos, se tornó a Dios y continuamente le pedía, en él ponía su esperanza, de él pedía el final de los males, con muchas súplicas. Puesto que esto hizo durante mucho tiempo y no parecía desistir, cierto día fue reanimado con un milagro ilustre. Pues, así como al suplicante que, después de ofrecer rezos devotísimos, llena su pecho y el altar con lágrimas, así le sonó una voz desde el cielo: bajo la lengua de la mujer muerta se escondía la causa del furor del rey. Muy feliz por esto realizó con prontitud el sacrificio prometido y se apresuró al lugar en el que estaba el cuerpo. Después de que entró gracias a su conocidísima confianza con el rey, analizó a escondidas con su dedo la boca del cadáver, encontró una gema incrustada en un pequeñísimo anillo, bajo la fría y rígida lengua, y, dándose prisa, la quitó. No mucho después de que Carlomagno regresaba y, según su costumbre, se dirigía al deseado encuentro con su muerta, sacudido de repente por la imagen de árido cadáver se quedó frío y se horrorizó de tocarlo. Ordenó que se llevaran a la amada cuanto antes y que fuera enterrada. Después fue puesta su atención en el ministro, lo amaba, lo veneraba, todos los días lo abrazaba estrechamente, en fin, no hacía otra cosa que no fuera la opinión del ministro. No se alejaba de él ni de día ni de noche. Cuando el ministro, que era un varón justo y prudente, se percató de esto, determinó quitarse este peso, deseado por muchos, pero pesado para él, y, temiendo que atrajera una desgracia a su rey al caer en otras manos o al ser consumido en las llamas, sumergió el anillo en las profundidades de una laguna cercana. Por casualidad el rey se encontraba por esas aguas junto con sus aristócratas y desde esos tiempos este lugar fue elegido como sede de todas las ciudades. En él nada había más grato para el rey que la laguna y ahí se asentó. En esas aguas se deleitaba con gran placer por el olor como si le fuera gratísimo. Finalmente, transportó su palacio hacia este lugar y mandó a construir un templo muy costoso.