martes, 28 de diciembre de 2010

Del anillo de Giges a la actualidad.

El hombre, en cualquier época, siempre ha buscado en la magia un complemento divino o quizá una explicación a los sucesos que parecen no tener razón de ser. El intelecto inquisitivo humano diferencia bien lo posible y lo imposible, de modo que los variados fenómenos del mundo puedan responder a un procedimiento lógico para descifrarlos y describirlos o para dejar su origen abierto a hipótesis. De cualquier manera, todo lo que nos sucede tiene su cajón taxonómico ya sea probable o improbable.
La magia siempre ha pertenecido a unos pocos. Pues ya desde la antigüedad los ministros de los ritos no pertenecían a una clase social común, sino que el linaje y la herencia destinaban el rango y oficios a realizar.
Entonces, cómo es posible que el ejercicio de la magia, tan exclusivo y excluyente, sea propio de todas las razas y estratos sociales, cómo algo tan arcano y cerrado pertenece al hombre sacerdote y al hombre campesino. El sacerdote realiza los oficios, conoce las leyes y sus orígenes, pero sin una grey el rito se convierte en oscurantismo y cosa diabólica.
Varios de los hombres del Renacimiento, Giordano Bruno por ejemplo, fueron quemados vivos o atormentados o encarcelados por ejercer la magia y fomentar su estudio, pero no de cualquier tipo, sino una que contravenía a la religión católica, según los actos de la Inquisición. El hecho es que esta magia practicada por aquellos hombres no incluía al pueblo, no era una magia para el campesino, sino una que comprendía una gran tradición intelectual y espiritual, desde los egipcios, pasando por Platón, Cicerón, los neoplatónicos Yámblico y Zósimo, árabes, medievales, renacentistas hasta llegar a Bacon y Newton.
En nuestros días varios escritores e incluso artistas – Remedios Varo- han desarrollado temas pertenecientes a la magia, porque el secreto y la incógnita siguen inquietando a todos. La magia es un misterio que aún deseamos comprender y que nos cautiva.
El punto esencial de la magia es que maravilla a expertos e inexpertos y se nutre de los dos, de modo que un relato común tiene tantas interpretaciones cuantas personas lo conocen, es decir, la magia es un crisol en el que se mezclan las interpretaciones más populares y las más eruditas.
Un ejemplo de ello es el relato de Giges, quien fue un rey de Lidia según nos cuenta Heródoto. En dicho relato confluyen tradiciones antiquísimas racionales e irracionales, que pretenden explicar el ascenso de Giges a rey, pues él era un campesino y por ello no tenía derechos de realeza.
El siguiente texto se incluye en una obra de Erasmo de Rotterdam, titulada Adagios, en el que el autor nos explica el origen de esta expresión proverbial. El tema del anillo mágico es antiguo y sigue vigente, es por demás decirlo, en libros y películas. En el texto que presentamos a continuación aparece la versión mágica del anillo; Heródoto la descarta en el libro primero de su Historia por el criterio racionalista con el que desarrolla sus investigaciones.
En nuestra siguiente publicación ofreceremos una traducción de una carta de Petrarca en la que se habla de un anillo, también mágico, y de su influencia en Carlo Magno, a fin de hacer comprender a nuestros lectores de qué fuentes  tomó Tolkien las características de su anillo. Por último, es importantísimo señalar que en la literatura sánscrita también aparece el símbolo del anillo, en la obra titulada Reconocida por el anillo del poeta hindú Kalidasa, cuyo análisis esperamos ofrecer pronto.

Anillo de Giges (Gygis anulus).
Queda bien o a los hombres inconstantes o a los afortunados, que consiguen a voluntad, como por medio de una varita divina, cualquier cosa que desean. Luciano de Samosata lo menciona en la obra Los deseos, donde alguien desea muchos anillos del mismo género del que tenía Giges, uno para enriquecerse, otro para volverse grato y amable y otro por medio del cual le estuviera permitido volar a donde quisiera. Pues la superstición de los antiguos atribuyó tanta eficacia a los anillos,  que eran vendidos como eficaces para varios encantamientos: unos contra las mordidas de fieras, otros contra la calumnia, otros ya sea para expulsar daños, ya sea para procurar beneficios a quienes los portaran. A partir de esto, en la comedia Pluto de Aristófanes, Diceo dice al sicofante, que lo amenaza con un juicio: Nada te estimo, cuando porto este anillo, pues se lo compré a Eudemo en un dracma.
Y en la misma comedia: Sin embargo – se sobrentiende remedio- no existe para la mordedura del sicofante.
Aquí habla del anillo y alude a las mordeduras de las fieras. Así pues, este proverbio se originó de cierta narración similar, que Platón no encontró tedioso referir en el libro segundo de La república y del mismo modo no nos pesará volver a contarla aquí:
Cierto Giges, fundador de Lidia, era un pastor pagado del rey que por aquel tiempo gobernaba a los lidios. Un día se originó una tempestad furiosísima y una gran tormenta se presentó y relámpagos y, finalmente, también un temblor, de modo que en el sitio, donde entonces Giges por casualidad apacentaba sus rebaños, la tierra se dividió en una enorme grieta. Tan pronto como él se percató, solo, pues los demás pastores habían huido aterrados, descendió a la grieta y allí contempló algunas cosas admirables y un caballo broncíneo, ingente y hueco. En un costado del caballo había un orificio, a través del cual vio que estaba en su vientre el cadáver de un hombre, mayor que el de la especie humana. Éste no tenía ropa u ornamento alguno, a excepción de un anillo de oro colocado en el dedo. Después de que tomó el anillo, salió de la gruta y después de algunos días regresó con el grupo de pastores, entre los cuales había sido elegido como encargado de dar cuentas al rey cada mes. Al sentarse junto a otros, Giges se percató de que, si por casualidad giraba hacia adentro la gema insertada en el anillo, de repente sucedía que nadie lo pudiera ver, y del mismo modo como si no estuviera presente, los demás hablaban de él. Y asombrado por este hecho, de nuevo invirtió la gema del anillo hacia afuera y pronto comenzó a ser visible para los pastores. Como había hecho la prueba de esto con más diligencia y más a menudo y como ya tenía por cierto que el anillo poseía esta capacidad de que si la gema estaba volteada hacia él, era invisible, y que si estaba volteada hacia los otros, era visible, obtuvo ser enviado al rey como legado en nombre de los pastores. Después de haber partido, violó a la esposa del rey y planeó con ella la manera de matarlo. Finalmente, muerto ya el rey y luego de casarse con la reina, de pastor se convirtió de repente en rey, y esto gracias al favor del anillo del destino. 
Platón lo recuerda también en el libro décimo de La república y refiere también este relato Cicerón en el libro tercero del tratado Acerca de los deberes. Por otra parte, Heródoto en el libro primero narra esto de otra manera muy distinta y no menciona el anillo.

LOS MISTERIOS DE ELEUSIS

Por Cintia Rosales Ángeles.
No es posible hablar de Los Misterios de Eleusis sin hablar antes del mito que los rodea. El Himno homérico a Deméter es nuestra fuente principal. En éste, Perséfone es raptada por Hades mientras cortaba narcisos. Curiosamente, ésta es la primera, y quizás la única vez que éste dios aparece en un ámbito terrenal, pues según los lineamientos que rigen estas deidades, no podía traspasar sus dominios para aparecer en la tierra.
Deméter, al escuchar el grito de su hija, emprende una desesperada búsqueda que dura nueve largos días, pero ésta resulta infructuosa. Aconsejada por Hécate, acuden al gran dios del Carro de oro, para preguntarle. Enterada por Helios de lo acontecido (pues como ya sabemos, éste ve todo lo que acontece sobre la faz de la tierra), marcha hacia Eleusis, cargada de una gran pena.
En Eleusis se refugia en casa de Celeo, seguidor de Zeus. La esposa de éste, Metanira, tratando de ser hospitalaria, ya sea por miedo o por respeto, le ofrece a la diosa un lugar donde descansar del largo viaje, pero ésta rechaza el ostentoso asiento y decide reposar en una silla cubierta con un vellocino. Posteriormente, y tratando de seguir con esa tan dudosa amabilidad, le brindan a Deméter una copa de vino, lo cual, por supuesto, rechaza, argumentando que le era prohibido beber del Vino Rojo; en su lugar pidió que lo prepararan una mezcla de agua, menta, harina y cebada.
A pesar de lo anterior, Metanira encomienda a la diosa la crianza de su hijo recién nacido Demofoonte. Deméter, al sentirse vinculada con el niño, decide regalarle el don de la inmortalidad; para esto lo frotaba con ambrosía durante el día y en la noche lo ocultaba en el ardor del fuego, cual si fuera un tizón. Una de esas ocasiones, la madre del infante descubre lo que Deméter está haciendo con su hijo y reacciona con locura y furor arremetiendo contra la diosa. Deméter, segura de hacerle un bien al pequeño, y muy enfadada por la reacción irracional de la madre de éste, respondió a la agresión insultándola por tal agravio. Como pago a esta afrenta, le ordenó que construyera un templo en su honor, en el que, obviamente, se le rindiera culto.
La ofendida diosa decide encerrarse en el templo recién construido a las orillas de Eleusis, lejos de los dioses. Y durante un año entero no permitió que la tierra produjera ninguna semilla. El linaje de los hombres mortales hubiera desaparecido por completo, dejando a los augustos dioses privados de los sacrificios y las honras que les son debidas, si Zeus no hubiese enviado al dios psicopompo al Érebo para que sacara a Perséfone de las tinieblas y la devolviera a la vista de su madre.
Hades obedece a su hermano Zeus y deja que su esposa marche a la tierra junto a su madre, no sin antes darle de comer, casi sin que ella lo note, un grano de granada, sabiendo que esto no permitiría que se quedara para siempre lejos de él.
Cuando Perséfone regresa al lado de su madre, ésta la recibe con júbilo y le pregunta que si estando en el inframundo no probó ningún manjar, pues de ser así, estaría condenada a habitar en las tinieblas la tercera parte del año (en algunas versiones posteriores es la mitad del año); a lo que ella contesta que Aidoneo la hizo tragar contra su voluntad un grano de dulce granada.
Conforme la diosa madre con lo ordenado por Zeus, reestablece el orden en la tierra y permite que vuelva a crecer el grano, alimento para los mortales. Y a los reyes que imparten justicia les enseñó el ministerio de las ceremonias sagradas y sus misterios que no es lícito revelar.
Esto es, pues, lo que nos cuenta el Himno homérico a Deméter. Hay diversas perspectivas y versiones sobre éste mito, o mejor dicho, hay muchos estudios que pese a que se refieren al mismo tema, resultan contradictorios entre si. Partamos de lo que sí sabemos y en lo que los estudiosos del tema concuerdan acerca de los Misterios de Eleusis.
Un rito mistérico es accesible sólo a algunos y por voluntad propia, su carácter es secreto y es necesario atravesar un ritual o una serie de rituales que llamamos iniciación (myesis). Sabemos que en la Grecia clásica existían varios ritos mistéricos, aunque el más famoso (y el que nos compete en este caso) era el de Eleusis, una pequeña localidad situada a unos 30 Km. al noroeste de Atenas.
Los misterios de Eleusis se dividían en dos partes: los misterios mayores (epopteia) y los misterios menores (agrai). Los agrai eran celebrados en el mes de antesterion  (equivalente a nuestro marzo), aunque la fecha no era siempre exacta y preparaba a los candidatos para la myesis. La epopteia era llevada a cabo del 14 al 23 del mes boedromion (el primer mes del año ático, equivalente a nuestro septiembre-octubre). En ésta última se celebraba el regreso de Perséfone al lado de su madre, Deméter.
Los iniciados imitaban las acciones de la diosa en Eleusis, tal y como son narradas en el Himno. El primer acto de los misterios mayores (14 de boedromion) era el traslado de los objetos sagrados desde Eleusis hasta el Eleusinion, un templo en la base de la Acrópolis de Atenas. El 15 de boedromion, los sacerdotes (hierofantes) declaraban el comienzo de los ritos.

Las ceremonias comenzaban en Atenas el 16 de boedromion con los celebrantes lavándose a sí mismos en el mar en Faleron y sacrificando un cerdo joven en el Eleusinion el 17 de boedromion.
La procesión comenzaba en Kerameikos (el cementerio ateniense) el 19 de boedromion y la gente caminaba hasta Eleusis, siguiendo el llamado «Camino Sagrado», balanceando ramas por el camino. A lo largo del puente que divide Atenas de Eleusis, una fila de mujeres (se cree que eran hetairas) gritaban obscenidades en honor de Yambe, la mujer que hizo reír a la diosa en casa de Celeo. Tras llegar a Eleusis, había un día de ayuno en conmemoración al que guardó Deméter mientras buscaba a Perséfone. El ayuno se rompía para tomar el kikeon, la bebida que la diosa instituyó en el Himno al rechazar la copa de vino. En los días 20 y 21 de boedromion, los iniciantes entraban en una gran sala llamada Telesterion, donde les eran mostradas las sagradas reliquias de Deméter. Esta era la parte más reservada de los misterios y aquellos que eran iniciados tenía prohibido hablar jamás de los sucesos que tenía lugar en él, bajo pena de muerte.
No sabemos cuándo iniciaron estos misterios, lo que sí sabemos es que en la época de composición del Himno homérico a Deméter (siglo VII a. C.) ya eran una institución muy respetada. La destrucción del santuario por los godos al mando de Alarico en 394 d. C., poco después de que el emperador romano Teodosio prohibiera su culto, fue lo que acabó con la práctica de los misterios. Pero hablamos de que transcurrieron más de 1000 años, durante los cuales, el prestigio de los rituales se mantuvo prácticamente intacto gracias a la pureza de su representación. Esto es lo que los hace tan atractivos y fascinantes para los estudiosos del tema y del mundo clásico en general.
Las teorías acerca de lo sucedido dentro del Telesterion son muy diversas, prácticamente no hay consenso en este punto. Unas teorías afirman que los hierofantes mostraban a los presentes visiones sagradas que representaban a la Core en majestad ayudados por el fuego que representaba la posibilidad de una vida mejor después de la muerte en presencia de la Diosa. Otras teorías consideran insuficiente esta explicación, pues no hay evidencias arqueológicas ni literarias que muestren que algo así ocurriera, y aseguran que las visiones sagradas eran más bien internas e inducidas por alguna especie de agente enteógeno contenido en el kikeon.
Un ingrediente del kikeon, era el poleo, y Kerényi creía que podía tener propiedades alucinógenas. Otros señalan la presencia de ciertos hongos en ciertas representaciones iconográficas y le atribuyen a éstos la provocación de efectos similares. Otros más, como Gordon Wasson, creen que se usaba cornezuelo, el micelio de un hongo (claviceps purpurea) que crece en las espigas y que contiene alcaloides. Más probabilidad tendría pensar en un opiáceo. La amapola, junto con las espigas, es un atributo de Deméter, y Ovidio (Fastos 4, 531ss) nos presenta a Deméter durmiendo a Triptólemo con zumo de amapola. El problema de los agentes enteógenos es que tienden a brindar experiencias personales, no colectivas.
El carácter soteriológico de este rito no sólo permite a los iniciados dormir tranquilos sabiendo que les espera una vida mejor después de la muerte, también permite que se vinculen, en vida, los hombres con la deidad, que se sientan partícipes de ella. No sólo se rompe con las reglas establecidas por Zeus que separan a los dioses de los hombres (pues si bien a los dioses se les permitía convivir con los mortales, nunca los mortales participaban de una deidad en toda su majestad y gloria, pues siempre se les presentan disfrazados), también traspasa las leyes establecidas entre los mismos dioses, pues no es por casualidad que Deméter no baje al reino de Hades a buscar a su hija raptada, es porque no puede y si Hades sale de su reino es sólo con el permiso de Zeus, quien abre un camino y después del rapto lo vuelve a cerrar.
Conocer a un dios de la manera en que la Core era presentada ante los iniciados en la epopteia era conocer su propio futuro, lo que les esperaba después de la muerte. Era para los asistentes como visitar el inframundo mismo, participar de él antes de la fecha establecida por las Keres. Era una especie de ensayo de la muerte, para saber cómo es y qué les espera después, es morir y renacer para volver a morir esta vez sin miedo. El iniciado tiene un destino distinto del que no lo está. Tanto en esta vida (porque el no iniciado se encuentra prisionero del temor a la muerte, por desconocer que puede haber un destino grato en el otro mundo), como en la otra, donde no accede al reducto feliz de los bienaventurados, sino queda sumido en la oscuridad y el fango.
Core, como indica su nombre, es una doncella. Mientras está con su madre, no realiza su fertilidad. El rapto, con toda su violencia, sirve para modificar el estatus de Perséfone, haciendo que pase de doncella a mujer y esposa. El mito es por lo tanto también etiológico del tránsito de la virginidad a la madurez. Pero aún más: al unirse a un dios infernal, se relaciona este ciclo de la juventud y de la madurez con el gran ciclo de la vida y la muerte. En el orden cosmológico de cielo-tierra y mundo subterráneo se ordenan también los ciclos de la vida, nacimiento, crecimiento, madurez y muerte.
Se trata de que el iniciado comprende el principio y el final de las cosas, probablemente porque este final es el principio de otra cosa. En algunos textos incluso se habla más explícitamente de beneficios en el otro mundo, de los misterios como una especie de pasaporte para un destino mejor en el más allá. Es lo que nos dice el propio Himno a Deméter 480-482:
¡Venturoso aquel que los vio de entre los hombres que sobre la tierra viven!
Mas el no iniciado en los ritos, quien de ellos no participa,
no tiene un destino semejante, al menos una vez muerto, bajo la sombría tiniebla.
Y nos lo reitera Sófocles  (s. V a. C.) en su fragmento 837 (Radt):
¡Tres veces venturosos
los mortales aquellos que, tras haber contemplado estos ritos
se encaminan al Hades! Pues para ellos solo allí
es la vida, y para los demás, afrontar todos los males.
Las familias aristocráticas que se encargaban de preservar el culto eran principalmente dos: los Eumólpidas y los Cerices. De los primeros descendía el hierofante o sumo sacerdote, quien tenía potestad para decidir quién podía ser iniciado y quién no, y además oficiaba el ritual. De los segundos descendían sacerdotes con un rango menor y eran encargados de llevar las antorchas y de ser los heraldos sagrados. Había también otras figuras de vital importancia para el ritual: una sacerdotisa que vivía siempre en el templo, un arconte rey ateniense y una serie de colaboradores llamados epistatai que se encargaban de las finanzas.
La figura de Perséfone era duplicada, y esto era necesario, pues lo que se representa en los misterios es la separación Madre-Hija, dos deidades que en sí mismas forman una sola. La búsqueda de la Hija representa la búsqueda de la otra mitad del ser humano, es por esto que participan hombres y mujeres por igual. La dualidad de la Muchacha radica en su aparición en la tierra dos terceras partes del año, tiempo en el que –parece impensable- el reino de Hades quedaba sin su Señora. No nos es posible a nosotros –ni a los griegos de aquélla época- pensar en algo así, la Core entonces estaba en dos lugares a la vez o era la representación de dos etapas distintas en el ciclo de la vida. Eso ya había quedado aclarado. Pensemos, entonces, que Deméter y Perséfone son una misma diosa, por eso se le invocaba como Las dos diosas, aún cuando estaba separadas eran vistas como una unidad o como un alter ego la una de la otra.
Se han escrito muchas páginas acerca de estos misterios, su organización, su estructura, su objetivo, etc. Es mucho lo que se sabe, y más aún lo que se conjetura. Por eso no encuentro el sentido de extenderme más acerca de lo que ya se sabe. En las siguientes líneas procuraré dejar clara mi opinión con respecto al tema, pero seré breve.
Considero que la necesidad que ha tenido el ser humano desde tiempos inmemorables de saber lo que le espera después de la muerte es inherente a su propia naturaleza sociable. Por una parte, tendemos a apegarnos demasiado a todo lo que nos rodea, a las personas, a las cosas, a los animales, a la vida misma y lo que con ella se nos presenta. Pensar en el desprendimiento de ellas por medio de la muerte nos duele y nos hace sentir un vacío aún inexistente pero inevitable. Esta es la razón de que las civilizaciones más antiguas, en sus comienzos enterraran a sus muertos junto con sus pertenencias –humanas y materiales- para que en “la otra vida” no les hicieran falta.
Por otra parte, tuvo el hombre la necesidad de recurrir a religiones y cultos que le prometieran salvación para su alma una vez desprendida de su cuerpo. La razón de esto es bastante obvia. Nos es necesario saber que después de esta vida no todo es tinieblas, oscuridad, frío, vacío y soledad. Esta última palabra es la que muchas veces afecta más a los seres humanos. El sentimiento de soledad, de vacío, de no pertenencia a un grupo social puede llevarnos a buscar consuelo en la promesa de una vida mejor, en compañía de nuestros seres amados y, por supuesto, en presencia de la divinidad.
Esto es lo que ha tratado de hacer el cristianismo, es por eso que ha permanecido vigente durante dos milenios y, estoy casi segura de que Los Misterios Eleusinos habrían llegado a durar tanto o más de no ser por la destrucción del templo, pues éstos tenían una ventaja: sólo se requería ser iniciado y no hablar de ello con los no iniciados; no era necesario pasar por una serie interminable de rituales desde el nacimiento hasta la muerte, ni respetar una serie de mandamientos que más bien son prohibiciones de todo tipo y, sobre todo, no había castigos. El único castigo para los iniciados era la muerte si revelaban el secreto de los misterios, cosa que era muy poco probable porque, a decir de algunos, no había palabras para describir lo ocurrido. No hay para los iniciados en los Misterios de Eleusis un juicio después de la muerte, no hay cielo ni infierno, no hay necesidad de negar las creencias en otros dioses, en fin, no hay penas ni abstinencias.
Tal vez nos sea un poco difícil en la actualidad tratar de pensar como lo hacían los seres humanos de aquella época, pues estamos contaminados de nuevas culturas y religiones.
Creo que los cultos o las religiones soteriológicas en general, lo que permiten no es tanto la posibilidad de una mejor vida después de la muerte, sino una mejor vida en esta vida. Vivir con tranquilidad, sin temor del futuro. Cuando uno sabe que su muerte será digna, no puede más que vivir, a partir de entonces, de una manera digna.

viernes, 17 de diciembre de 2010

Orozco: pintura y verdad

Por Gabriel
Línea suelta y de calma, colores fríos y cálidos, voces y vestigios que se hacen presentes, actuales “modernos”, cruce de pensamientos nacionales que logran la globalidad visual y la otra conquista de México en la cultura mundial en medio del período entre guerras, viendo el nuevo imperio norteamericano en el mapa, con el contrastado México del llamado “Maximato” o el ansiado progreso industrial de Cárdenas en la coyuntura bélica.
Las putas y las caricias, borracheras color tenue y sarcasmos lineales sintéticos expuestos en los diarios, o en técnica litográfica.  Los temas por abarcar y abarcados: político, social y mundanos, actitud de vida y placeres sirvientes de las bohemias  de los años 40 en las casas del placer. Ya se divisa la segunda guerra mundial y en Nueva York otro complejo muralístico por pintar. Personajes, símbolos de cambios mundiales: Lenin, Cortés, San Francisco, reunidos y atravesados en una mano y pensamiento brillante, por fin el arte es “social”, pensaron unos en aquel momento, lo cierto es que está en la esfera del arte que es arte, el arte no sólo de la imaginación y del punto sobre el plano, la belleza está ahí, radica en la actitud de vida através de los símbolos que se toman, que se eligen, más allá que sean identificables para muchos, que sean identificables para uno mismo, pienso yo que Orozco pensaba en ello durante la construcción de sus murales y su obra en caballete. “Lo que nos trasciende es lo que tomamos” me deja pensando ahora después de las monumentales pinceladas en pequeño y gran formato.
El arte que cautiva a las masas, lo monumental en los espacios íntimos del Hospicio Cabañas, Bellas Artes y San Ildefonso, íntimas paredes de silencios guardados pero el realismo expresionista las hace sonoras; visitas simbólicas de los paseantes que las ven por el grito de un “Hidalgo” con su antorcha encendida o de una “Edad Dorada Precolombina” con su rostro unificado y castigado de la nación color morena por la dominación estratégica del arte primermundista. Forma y contenido consecuente, escorsos y cuerpos alargados en pugna por acomodarse en la memoria del arte universal, como dijera Cildo Meireles “el mejor lugar para una obra de arte es la memoria” ; a ello apela “El hombre de fuego” incendiándose entre las llamas que lo  suben hacia el cielo , acomodado en una cúpula en lo alto asemejándose a la imaginación que aspira a la creación, envuelto en llamas para quedarse no sólo en la memoria del arte, sino también para que arda en la memoria histórica, que sin estos monstruos de la creación sería imposible traerlos a la mente una y otra vez para que se amontonen como “Zapatistas” en marcha o que se unan como “Cortés y la Malinche” en cada una de esas visitas simbólicas del paseante, del historiador, del amante del arte o del mexicano promedio sorpendido por la primeridad de estar ante los gigantes del quehacer sensible.
 “Manifestación” expresión continua y contundente, sarcástica de sonrisas sórdidas en el siglo de las grandes guerras es una de las tantas muestras de furia, desolación, la sonrisa desenfrenada de las masas que cubre la boca de litográficos personajes reunidos, es la expresión de la locura del sin saber, la sombra de la conquista, la conformación de la república, la  del Hauizote impreso burlón, la catequización a través de  la colonización, la Revolución constitucional, la síntesis de los monstruos personales . La risa cínica del sarcasmo cuando Jesús rompe su cruz, la risa  disfrutable de una noche en el burdel. La risa de las risas de la pintura en trazos litográficos , quizá encarna la misma risa de Orozco al saberse inmerso en el medio institucional de la cultura, y expresar a través de sus imágenes   auspiciadas en los muros  gubernamentales, la risa de llegar a pintar lo sabido de la historia y  de la sociedad pero lo que no se toca ni se habla en ellas, lo que se sabe pero que no es tema en el cual el gobierno indague pero el arte lo hace y lo proyecta monumental “ que no escape a los ojos de los demás” después de ser prodigio de un trazo excepcional.
Porque una memoria histórica no se debe quedar en primeras impresiones contorsionadas, porque una nación debe tener también colores y vigorosa resistencia, porque un pueblo no se debe quedar sin ser parte de la historia, por eso es necesario mostrar los bocetos de la historia para recordarlos “un país sin memoria es un país condenado al olvido” y yo digo que un país sin sensibilidad es un país condenado al silencio: Orozco de los muros al boceto, del caballete al papel, de la ciudad al campo, de las películas al bastidor, del burdel a la Escuela Nacional, de lo contemporáneo a lo tradicional, de las putas a las bailarinas de ballet, del conquistador al conquistado, Orozco cabalgador de lugares.

Carl Spitzweg, un verso virgiliano hecho pintura.

Tityre, tu patulae recubans sub tegmine fagi
Silvestrem tenui musam meditaris avena.

                                                                     Virgilio, Églogas, I, 1-2.

Carl Spitzweg (1808-1885) fue un pintor romanticista, nació en Munich. En un principio estudió la carrera de farmaceútico y después, gracias a una enfermedad que lo mantuvo en cama, decidió entregarse al estudio de su pasión verdadera, la pintura, de forma autodidacta.

Carl Spitzweg, un verso virgiliano hecho pintura.
Alguna vez, cuando hojeaba esos voluminosos tomos de “Historia de la Pintura”, por cierta recomendación sentimental de mi madre, puse los ojos en una pintura de Spitzweg titulada El poeta pobre. En aquel tiempo cursaba la preparatoria y aquella imagen de un viejo con camisón y gorro de dormir me evocó la vida de un verdadero bohemio, de un artista que se alimenta de libros y de pobreza.
Al pasar el tiempo y después de leer algunos autores en latín, vino a mi mente cierto día esta misma pintura. En mis manos estaban las Églogas de Virgilio, la primera de ellas, y los versos iniciales me mandaron casi instantáneamente a revisar el antiguo libro de historia de la pintura.
Fue grande mi sorpresa al encontrar los versos hechos pintura, las mismas palabras puestas con colores en un lienzo. Mas, qué tiene esto de asombroso se podrán preguntar.
El hallazgo se encuentra en las interpretaciones y juicios sobre la obra del autor y, principalmente, sobre El poeta pobre. Pues parece exisitir un juicio general de su obra: La obra de Spitzweg se compone principalmente de paisajes y cuadros de género, en los que describe de una manera un tanto humorística la vida pequeño-burguesa. En su obra, cultivó las escenas de la vida rural y ciudadana, asi como el retrato de oficios, ocupaciones, etc. Y en el libro de historia de la pintura dice: El pintor alemán representó el paso del neoclasicismo al romanticismo gracias a sus representaciones de la vida cotidiana,a la que rodeó de una gran dosis de humor, como en el caso de este poeta pobre que cuenta con los dedos las sílabas de sus versos.
Es necesario agregar una observación. No está contando propiamente sílabas, sino cantidades vocálicas y esto atiende a dos motivos: uno, la poesía latina (después veremos por qué latina y por qué hexámetros) mide cantidades vocálicas – las vocales pueden ser largas o breves según ciertas normas- en los hexámetros y, además, la poesía alemana también puede utilizar este mismo esquema de vocales largas y breves para la composición de metros.
Ahora bien, por qué decimos poesía latina y hexamétrica, por el simple hecho de que esta obra es una alegoría de los versos virgilianos mencionados en el inicio y no una gran dosis de humor.
Dice Virgilio : Títiro, tú, recostado bajo el abrigo de una umbrosa haya, ensayas tu musa silvestre con la caña ligera. Ahora bien, si observamos la pintura, en la pared se encuentra el esquema métrico de un hexámetro: la sucesión de sílabas largas y breves que conforman seis pies rítmicos. Después, el haya extendida es el paraguas negro que funciona también como impermeabilizante o tapón para las hendiduras del techo de madera; los dedos del poeta están midiendo el último pie rítmico del hexámetro, que consta de tres sílabas (larga+ breve+ breve) más dos sílabas (larga+ larga o breve); en la boca del poeta se haya la avena, que en latín hace alusión a una especie de flauta rústica y propia de esta poesía bucólica, la de las églogas, sólo que Spitzweg juega con el concepto de avena y coloca una pluma ligera de ave que servía para escribir; por último, la posición del poeta (recubans en latín) recostado y cómodo nos da la pista y el sentido de la obra, que sería una interpretación sí cómica, pero cargada de erudición, de un poeta del romanticismo, despreocupado de la vida y los problemas cotidianos y enfocado en la expresión de su yo lírico, características también de la poesía bucólica griega, latina y posterior.
Así, pues, con esta breve evocación de una obra, inauguramos este espacio y esperamos que sea de alguna utilidad o solaz para los futuros lectores.

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Bienvenida y propósito

Este espacio es creado como medio de difusión de la filología y la interpretación de obras literarias, plásticas, dramáticas, musicales y cuantas puedan enumerarse. El objetivo es la publicación y crítica de diferentes puntos de vista sobre temas varios a fin de que, en un corto plazo, este espacio se convierta en una guía y apoyo a los estudiantes y profesionales, un tipo de "journal". Por lo menos cada semana aparecerá un artículo diferente, escrito por mi o por alguno de mis amigos y colaboradores, con la finalidad de ampliar y enriquecer el alcance de este blogg. Les doy la bienvenida y queda abierto el espacio para sus contribuciones.

Mitto vobis navem prora puppique carentem.