Por Gabriel
Línea suelta y de calma, colores fríos y cálidos, voces y vestigios que se hacen presentes, actuales “modernos”, cruce de pensamientos nacionales que logran la globalidad visual y la otra conquista de México en la cultura mundial en medio del período entre guerras, viendo el nuevo imperio norteamericano en el mapa, con el contrastado México del llamado “Maximato” o el ansiado progreso industrial de Cárdenas en la coyuntura bélica.
Las putas y las caricias, borracheras color tenue y sarcasmos lineales sintéticos expuestos en los diarios, o en técnica litográfica. Los temas por abarcar y abarcados: político, social y mundanos, actitud de vida y placeres sirvientes de las bohemias de los años 40 en las casas del placer. Ya se divisa la segunda guerra mundial y en Nueva York otro complejo muralístico por pintar. Personajes, símbolos de cambios mundiales: Lenin, Cortés, San Francisco, reunidos y atravesados en una mano y pensamiento brillante, por fin el arte es “social”, pensaron unos en aquel momento, lo cierto es que está en la esfera del arte que es arte, el arte no sólo de la imaginación y del punto sobre el plano, la belleza está ahí, radica en la actitud de vida através de los símbolos que se toman, que se eligen, más allá que sean identificables para muchos, que sean identificables para uno mismo, pienso yo que Orozco pensaba en ello durante la construcción de sus murales y su obra en caballete. “Lo que nos trasciende es lo que tomamos” me deja pensando ahora después de las monumentales pinceladas en pequeño y gran formato.
El arte que cautiva a las masas, lo monumental en los espacios íntimos del Hospicio Cabañas, Bellas Artes y San Ildefonso, íntimas paredes de silencios guardados pero el realismo expresionista las hace sonoras; visitas simbólicas de los paseantes que las ven por el grito de un “Hidalgo” con su antorcha encendida o de una “Edad Dorada Precolombina” con su rostro unificado y castigado de la nación color morena por la dominación estratégica del arte primermundista. Forma y contenido consecuente, escorsos y cuerpos alargados en pugna por acomodarse en la memoria del arte universal, como dijera Cildo Meireles “el mejor lugar para una obra de arte es la memoria” ; a ello apela “El hombre de fuego” incendiándose entre las llamas que lo suben hacia el cielo , acomodado en una cúpula en lo alto asemejándose a la imaginación que aspira a la creación, envuelto en llamas para quedarse no sólo en la memoria del arte, sino también para que arda en la memoria histórica, que sin estos monstruos de la creación sería imposible traerlos a la mente una y otra vez para que se amontonen como “Zapatistas” en marcha o que se unan como “Cortés y la Malinche” en cada una de esas visitas simbólicas del paseante, del historiador, del amante del arte o del mexicano promedio sorpendido por la primeridad de estar ante los gigantes del quehacer sensible.
“Manifestación” expresión continua y contundente, sarcástica de sonrisas sórdidas en el siglo de las grandes guerras es una de las tantas muestras de furia, desolación, la sonrisa desenfrenada de las masas que cubre la boca de litográficos personajes reunidos, es la expresión de la locura del sin saber, la sombra de la conquista, la conformación de la república, la del Hauizote impreso burlón, la catequización a través de la colonización, la Revolución constitucional, la síntesis de los monstruos personales . La risa cínica del sarcasmo cuando Jesús rompe su cruz, la risa disfrutable de una noche en el burdel. La risa de las risas de la pintura en trazos litográficos , quizá encarna la misma risa de Orozco al saberse inmerso en el medio institucional de la cultura, y expresar a través de sus imágenes auspiciadas en los muros gubernamentales, la risa de llegar a pintar lo sabido de la historia y de la sociedad pero lo que no se toca ni se habla en ellas, lo que se sabe pero que no es tema en el cual el gobierno indague pero el arte lo hace y lo proyecta monumental “ que no escape a los ojos de los demás” después de ser prodigio de un trazo excepcional.
Porque una memoria histórica no se debe quedar en primeras impresiones contorsionadas, porque una nación debe tener también colores y vigorosa resistencia, porque un pueblo no se debe quedar sin ser parte de la historia, por eso es necesario mostrar los bocetos de la historia para recordarlos “un país sin memoria es un país condenado al olvido” y yo digo que un país sin sensibilidad es un país condenado al silencio: Orozco de los muros al boceto, del caballete al papel, de la ciudad al campo, de las películas al bastidor, del burdel a la Escuela Nacional, de lo contemporáneo a lo tradicional, de las putas a las bailarinas de ballet, del conquistador al conquistado, Orozco cabalgador de lugares.
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